jueves, 3 de marzo de 2016

¿Por qué, según Nash, no funcionan las relaciones?

Escribe: Edicson Luna

¿Estás en la fiesta de carnavales de la UP, cuando repentinamente te das cuenta que estás bailando con Luciana Fuster. No te la crees y lo primero que piensas, ilusamente, es que es la oportunidad de tu vida para… Wait, no puedes porque tienes pareja y porque tampoco te van a atracar hermano, así que, caballero, piensas en alejarte inmediatamente. Tienes todas las buenas intenciones hasta que un pensamiento poco adecuado llega a tu mente: piensas qué haría tu chica estando en tu misma posición (con un chico, claro está). Por eso, en el siguiente artículo, utilizaremos el equilibrio de Nash para saber qué decisión tomamos ante esta situación.


Para no explayarnos tanto y como las relaciones generalmente son entre dos personas, utilizaremos nuestro “dilema del prisionero” para responder a la pregunta. El equilibrio de Nash nos plantea un escenario donde todos han tomado la mejor decisión individualmente, aunque no quiere decir que esta es la mejor si todos cooperaran. En el caso del “dilema del prisionero” sucede lo mismo, solo que aquí únicamente hay dos individuos (al igual que en una relación amorosa). Para tenerlo un poco más claro veamos el ejemplo que se presenta a continuación.

Hay dos cómplices de un crimen. Ambos tienen dos opciones: confesar y no confesar. Si ninguno confiesa, cada uno irá preso un solo año. Si uno confiesa y el otro no, irán 3 meses y 10 años,
respectivamente. Por otro lado, si ambos confiesan irán 5 años los dos. Lo que nos dice el dilema del prisionero es que, al final del día, los dos optarán por confesar ya que no tienen ninguna certeza acerca de la decisión del otro y, por desconfianza, cada uno irá 4 años más a la cárcel de lo que pudo haber ido si ninguno confesara.

Ahora, aterricemos el caso a una relación. Para eso, haremos dos cosas que solemos hacer los economistas (y que no siempre está bien hacerlas): ceteris paribus y dar un valor numérico a todo. Supondremos que una persona se siente mejor siendo infiel que sin serlo y, que se siente mejor cuando su pareja no es infiel, que cuando lo es. Así obtenemos:

-8/10 para ambos, si ninguno es infiel.

-9/10 para el infiel y 1/10 para el fiel.

-4/10 para ambos, si los dos son infieles.


Lo que diría el equilibrio de Nash es que ambos optarán por ser infieles. Si bien, pude ser un poco cínico al establecer tales condiciones, me parece que son las que más se acercan a la realidad. Además, como economistas tenemos un problema y es que pensamos que las personas toman decisiones racionales, which it’s absolutely false; o sino toma tu bolita de cristal y pregúntale a Freud. Esto ayudaría a respaldar todavía más el equilibrio al que se ha llegado ya que, simplemente por desconfianza en el otro, ambos se están privando de ser felices (y dime que esto no es irracional).

En todo caso, supongamos otro caso donde ser fiel te hace sentir mejor que ser infiel. Aquí, Nash nos diría que el equilibrio final sería un escenario donde ambos son fieles ya que, de una u otra forma, ser fiel es lo que te genera mayor utilidad individualmente.



Por último, pensemos qué haría un economista en esta situación:

1. El economista sabe que el amor es una inversión riesgosa; sin embargo, son estas las que traen mayores retornos. Por eso, el economista opta por iniciar una relación.

2. El economista sabe que si está con una persona es porque, después de horas de análisis, ha llegado a la conclusión que ella (o él) le brinda la máxima felicidad posible y, por ende, la infidelidad está descartada de antemano.

3. Su pareja que, supondremos, no es economista tiene dudas acerca de cómo sería más feliz y, además de eso, es desconfiada. Tras esta mala combinación, su pareja le es infiel.

4. El/la economista sufre por amor. Es aquí donde él/ella debe decidir si renunciar a los sentimientos o seguir dándoles una oportunidad.

Tras un arduo análisis de pensar sobre qué tan fácil renuncia un economista a su manera de pensar, llegué a la conclusión de que MUY difícilmente lo hace; o sino ¿cómo es que seguimos pensando que el mismo sistema que nos llevó a la crisis en el 2008 es el mejor?

Por lo tanto…

5. El economista le sigue dando oportunidades al amor.

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